Aunque recorran la ruta a cuatro patas y no a dos, son unos peregrinos más, y sin embargo carecen de albergue, de refugio y de auxilio. Pero no están del todo solos. Los perros que se pierden en el Camino, o los que fueron abandonados y se acercan al peregrino para pedirle su apoyo, tienen en Apaca a un numeroso grupo de amigos. Se trata de la Asociación Protectora de Animales del
Camino de Santiago, creada en el año 2015 para hacer frente a una avalancha de perros vagabundos en la ruta
jacobea que hoy presta servicio y auxilio a la comunidad canina de los ayuntamientos de
Arzúa,
Melide,
O Pino, Palas,
Boimorto y
Touro. Su presidente, Santiago Piñán, y su gerente y portavoz, Raquel Freiría, junto con un centenar de voluntarios y familias acogedoras, reclaman desde el 2016 un refugio para el que necesitan terrenos que no consiguen. Esa falta de espacio les obliga a echar mano de las casas de acogida, que muchas veces se ven superadas por las circunstancias. Son, sobre todo, mujeres acogedoras «
que non saben dicir que non», reconoce Freiría. Pero la excepción no puede convertirse en norma, y la entidad sigue blandiendo las 90.000 firmas entregadas en la Administración para pedir el refugio sin que, hasta la fecha, nadie les haya hecho caso.
«Ata recurrimos ao Vaticano», recuerda la gerente de Apaca.
Para la asociación, «as canceiras non son máis que cárceres». De ahí que la entidad vaya a la raíz del problema y, además de auxiliar a los canes, realice campañas informativas para concienciar a sus dueños sobre sus obligaciones y evitar así el abandono, sinónimo de fracaso. Ayudas tienen pocas; un convenio con el Concello de Arzúa y una subvención de la Diputación de A Coruña. Y ahora son una treintena de perros los que están bajo su custodia. Buscan casa, pero la adopción es difícil. «O drama dos animais abandonados é tamén un drama humano», reconoce Freiría.
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