LOS PERREGRINOS
Antón Pombo
Nos hemos leído, no sin cierto esfuerzo el libro Codex Canini (263 pags.) editado por la Asociación Protectora de Animais no Camiño (APACA) en 2020, y del que es autora su presidenta, la compostelana Raquel Freiría. La asociación, muy activa en diferentes ámbitos (información a vecinos del Camino y peregrinos, creación de la credencial para perros peregrinos, recogida de perros accidentados o abandonados en la ruta, etc), se ha hecho un lugar, con mérito propio, entre las jacobeas, ello pese a que sus objetivos difieren, en gran medida, de los compartidos por las asociaciones las clásicas de Amigos del Camino, más centradas en la protección de la ruta, su divulgación y la asistencia a los peregrinos.
Vamos a saber algo más de APACA entrevistando a Raquel Freiría.
Hola Raquel, siempre he sido más de gatos que de perros, pero aún así espero que podamos charlar sin mayores contratiempos, aunque ya aviso que voy a hacer de abogado del diablo (se trata de un personaje momentáneo, para que la entrevista sea más amena).
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Hola Antón. Creo que lo de que los perros y los gatos se llevan mal, es más un mito que una realidad. Ciertamente tienen personalidades y necesidades diferenciadas, pero si tienen que convivir, normalmente lo hacen de manera totalmente natural y armónica. Incluso, entre aquellos que viven en las calles o en situaciones de semi-abandono, es más común observar actitudes de colaboración, juego y respeto que de agresividad y competición. Y sino se gustan, pues lo normal es que se ignoren. Por eso no tengo dudas que no habrá contratiempos durante la entrevista… ¡al menos por ser de diferentes especies!
Pues bien, confieso que me he leído el libro de pe a pá, ¡y tomando notas! He aprendido cosas y estoy de acuerdo con mucho de lo que expresas (no con todo), aunque en cierto modo me ha parecido un manual para hacer prosélitos.
Dudo mucho que yo valga para eso, ¿en serio crees que alguien me seguiría? Jaja. No, no es nuestra intención hacer prosélitos, puesto que ni nosotras mismas encajaríamos en una doctrina concreta. Sí es verdad que ponemos como baricentro del libro la ética y nuestra relación (la de los humanos) con los animales, pero los objetivos son más bien llamar a la reflexión sobre los hábitos y comportamientos humanos y cómo estos se reflejan en el Camino de Santiago. También proponer cambios y dar claves tanto para mejorar la coexistencia con nuestros hermanos animales como para hacer de la Ruta Jacobea un lugar más amable con ellos y en el que verdaderamente se respiren y se comprendan los Valores, de tal forma que el viaje pueda ser transformador para muchos más peregrinos y que se pueda materializar la experiencia del Camino más allá de él, en sus vidas cotidianas. Por supuesto, también está pensado para servir de ayuda a todos aquellos que van a peregrinar con sus perros. Estos son los objetivos básicos del Codex Canini. Por su puesto, más allá de esto, están los fines (que es como la estrella que guía) que sí persiguen acabar con el uso y abuso que nuestra especie hace de los animales y así con el sufrimiento de todos los seres, para hacer del mundo un lugar mejor. Pero este cambio es tan transversal y es deseado por personas de tan diversa condición social, cultural e ideológica que sería absurdo pretender hacer proselitismo para ello.
De todas formas, entiendo tu impresión, pues en el libro hacemos un repaso (aunque muy por encima) a muchos aspectos de la relación humana con los animales, también en el Camino de Santiago, enfatizando una y otra vez con determinadas cuestiones que consideramos claves, como el respeto, la demografía canina, el abuso y el maltrato, el mascotismo o el cambio social que considera a los animales de compañía miembros de la familia, las soluciones clave como la esterilización… Pero como digo, la intención es llamar la atención sobre estas cuestiones, que no son fáciles de enfocar y asimilar por todos.
Al principio no sabía si el título era ingenioso o pretencioso, porque el Códice Calixtino, ya se sabe… Sin embargo, me ha asombrado leer que calificas de “misógina” esta compilación medieval. Espero que no hayamos entrado en las turbulencias que ya han afectado en USA, pienso en Lo que el viento se llevó.
Pretencioso en absoluto, faltaría más. Somos consciente de nuestras capacidades y limitaciones en todos los sentidos. Y precisamente por ello no nos queda más remedio que tirar de ingenio (que no solo de voluntad y perseverancia) para hacernos un hueco y alzar nuestra voz. El título está ideado sobre todo en clave de humor, algo de lo que solemos tirar para templar y sobrellevar tanto drama y sufrimiento. Pero la verdad es que no fue muy difícil llegar a esa conclusión, ya que queríamos hacer un manual sobre el Camino (con perro) pero centrado en la reflexión sobre los Valores y las actitudes y hábitos humanos. Y además suena bien, es llamativo y fácil de recordar ¿no te parece?
En todo caso, reconozco que también hay una cierta intención de llamar a la actualización o modernización del referente Jacobeo, a través de nuevos textos más contextualizados en la actualidad. El Códice Calixtino es una gran obra histórica con muchísima información relevante para la época, de eso no hay duda, y ha sido fundamental para que ahora millones de peregrinos, vecinos, empresarios y agentes sociales podamos disfrutar, peregrinar, trabajar o beneficiarnos de algún modo del Camino y solo por ello merece todos nuestros respetos. Pero no se puede negar que la sexualidad femenina era un tabú en la Edad Media y esto se refleja perfectamente en varios pasajes del Códice. Por otro lado, al leer el tratado parece desprenderse que el único modelo de peregrino era hombre y religioso, cuando también las mujeres peregrinaban a Santiago. A esto me refiero. Pero soy consciente que reflejaba la cultura de la Europa medieval, del mismo modo que “Lo que el viento se llevó” refleja la justificación de la esclavitud (de los negros). El que se vean reflejados en dichas obras la moralidad de la época no les quita el valor que por otro lado tienen. Sin embargo, para ver esa película hoy en día debemos situarnos en contexto y no solo pretender disfrutar de una buena cinta como mero entretenimiento (lo cual hoy en día sería raro que hiciera una gran parte de la población, sobre todo las nuevas generaciones) sino convertir la experiencia en una clase educativa que nos ayude a comprender mejor como era esa sociedad sureña estadounidense tanto en la época de la Guerra de Secesión como en el año que se rodó la película. Del mismo modo, creo que el Códice Calixtino debería ser leído (cuando menos ojeado) por más usuarios del Camino de Santiago, independientemente de sus creencias religiosas, aunque creo que resultaría más fácil acercarlo a las no creyentes si se pusiera en contexto previamente y se fomentara su análisis educativo. Gracias a nuestro Codex Canini, yo lo he hecho y de ahí surgieron algunas reflexiones y debates. Y bueno, aunque las turbulencias siempre mueven las cosas, no siempre se tienen que convertir (o interpretar) a lo Black Life Matters o Me too. Como digo, creo que no pecamos de pretenciosas, tan solo queremos llamar a la reflexión, a los Valores y como no, a ciertos cambios, desde el lugar que humildemente ocupamos. Mutatis Mutandis.
En cierto modo has metido en el mismo saco animalismo, vegetarianismo o veganismo, y feminismo, algo así como la vanguardia de Acuario, con planteamientos un tanto ¿radicales? (hay que pedir la luna para conseguir algo en la tierra). En el otro extremo arreas con más dureza que Martiño de Braga, con su De Correctione Rusticorum, los comportamientos atávicos del mundo rural gallego para con los perros. ¿Tan lejos están ya los urbanícolas del rural?
El veganismo es parte del movimiento animalista. El vegetarianismo es un régimen alimentario aunque es cierto que normalmente conlleva una toma de conciencia del sufrimiento de los animales (pero no siempre, muchas personas eligen la dieta vegetariana simplemente por cuestiones de salud). Analizamos un poco el veganismo al igual que otras formas de animalismo o de las diferentes formas de tenencia de animales de compañía, en un intento de hacer un repaso general de nuestras muchas maneras de relacionarnos con los animales y también de hacer algo por ellos. Llamamos al respeto de todos los seres y reclamamos derechos específicos para ellos como seres sintientes que son, y también para las personas que conviven con ellos considerándolos como miembros más de la familia, por ejemplo, cuando hacen el Camino de Santiago. En el libro planteo una serie de comportamientos y de acciones que, a mi parecer, servirían para paliar de alguna manera el sufrimiento de los animales, desde lo más básico como es el abstenerse de comprar aquellos de compañía o controlar la reproducción de los propios, hasta la adopción de hábitos más proactivos como hacer voluntariado o reducir el consumo de carne.
Y sé que equiparar a perros o gatos con cerdos, vacas o gallinas puede sonarle radical a muchas personas, pero realmente esta diferencia de rasero de medir no tiene ninguna justificación racional. Tan solo se base en perspectivas culturales. Lo cierto es que todos los animales sienten, padecen y tienen capacidad para disfrutar y ser felices, igual que nosotras. Y creo que todos ellos merecen nuestro respeto, compasión y solidaridad. En Europa nos escandalizamos cuando saltan a los medios o a las redes sociales imágenes de un perro maltratado o cuando vemos las granjas de perros en China, pero no nos inmutamos al saber que un cerdo no ha visto jamás la luz del sol o que los pollitos son aplastados vivos a millones como desechos de la industria del huevo. La verdad es que no queremos ni pensarlo ni saberlo. Corremos un tupido velo en nuestra conciencia para que no nos afecte moralmente el hecho de que disfrutamos de unos determinados productos alimenticios, vestidos o entretenimiento a costa de una cantidad e intensidad de sufrimiento de animales sin precedentes. Esto es así con independencia de que estemos dispuestos o no a renunciar a ciertos placeres para mejorar la vida de otros. No es fácil. Yo cojo el coche constantemente y enciendo la luz todos los días y sé que eso tiene consecuencias. Pero es importante ser consciente de ello.
Creo que no debemos renunciar a la mejora en la condición humana, tanto a nivel intelectual como espiritual, ya que de otro modo será imposible conservar la esperanza y sobrevivir como especie.
En cuanto a feminismo, bueno, supongo que alguna que otra mención sobre sexismo o la propia utilización del lenguaje inclusivo no tienen por qué considerarse como tal. Lo que sí es cierto que aludo en varias ocasiones a diferentes tipos de discriminación, como la xenofobia o el racismo, para facilitar la comprensión del lector acerca del especismo (discriminación basada en la pertenencia a una especie) ya que todas son actitudes que tienen como base el odio y la violencia.
En cuanto a la otra parte de tu pregunta, efectivamente, la cultura de la población rural en Galicia para con los perros (igual que para con el resto de los animales) deja mucho que desear. Por supuesto que la sensibilidad y la bondad las podemos encontrar en cualquier lugar y en cualquier época, ya que va inherente a las personas individuales, pero lo cierto es que la mayoría de los perros en rural gallego malviven atados o encerrados de por vida, en muchas ocasiones aislados y padeciendo otros sufrimientos añadidos, como hambre, frío, calor, enfermedades y otros maltratos físicos. Estas formas de tenencia o actos están actualmente prohibidas por Ley en Galicia desde hace ya tres años, pero nadie se ha encargado de informar a la población de ello ni de concienciar y sensibilizar para modificar estos comportamientos. De hecho, es la queja más recurrente que recibimos de los peregrinos (con y sin perro), que nos escriben y llaman alertándonos de más y más casos de animales atados en pésimas condiciones y por los que no somos capaces de hacer nada, pues las diferentes Administraciones responsables tienen como estrategia el “silencio administrativo” o, en último caso, decir que enviaron agentes al lugar pero que no vieron nada. De esta manera se genera en los caminantes una enorme sensación de frustración y enfado. Si hago más énfasis sobre la situación de los perros en el rural es porque me centro en la ruta Jacobea y esta discurre por él, y uno de nuestros objetivos es conseguir un Camino más ético donde estas situaciones crueles e incívicas no fueran la norma. También porque personalmente me apena mucho esta imagen que damos (que en realidad es algo más que un problema de imagen).
Pero por supuesto, tal y como digo en el libro, en materia de respeto y trato a los animales, tanto las poblaciones urbanas como las rurales tienen mucho que avanzar. Por ejemplo, es en los entornos urbanos donde se producen los casos más graves y recurrentes de maltrato por mascotismo y exceso de humanización. Y por otro lado, en ambos entornos hay animales que son cuidados de manera exquisita y pueden vivir una vida plena y feliz. Pero eso sí, es en las ciudades donde se gestan y desarrollan los movimientos animal friendly y animalistas, y esto genera un choque cultural con el rural que se manifiesta, por ejemplo, cuando las “urbanitas” pasan por las aldeas haciendo el Camino. Pero esto tampoco es extraño, sucede con muchos otros procesos de modernización de la sociedad.
También aludes a una presunción de superioridad moral entre los dueños de perros que hacen el Camino, y volviendo al Calixtino, cuando se hablaba de los malvados posaderos, atribuyes ignorancia y perfidia a los hosteleros que no permiten que los perros entren en sus alojamientos o restaurantes, incluida la administración gallega con su red de albergues.
Enfatizo las virtudes de los perregrinos porque creo que es necesario dada la estigmatización a la que a menudo se les somete y porque destacan en comparación con el grueso de los peregrinos en ciertas cosas (algunos más que otros, por supuesto). Por ejemplo, tienen que estar más atentos, tanto a las necesidades del perro como a las del entorno, y por ende, aumenta su capacidad de empatía, de contacto con la naturaleza y de introspección. Es como si la necesidad de prestar atención a los requerimientos del compi canino, de manera responsable y consciente, les ayudara a abrir los sentidos al resto de las cosas del entorno haciendo así la experiencia más auténtica y transformadora. Hay que tener en cuenta que se comparte con el animal el esfuerzo, los kilómetros, los días buenos y los malos, y por supuesto la alegría, de tal forma que el vínculo perro – humano se refuerza como en pocas ocasiones lo hace en la vida cotidiana. En el Camino se pasa más tiempo con él que en el día a día, y además tiempo de mayor calidad.
Y esto es algo que cuentan la inmensa mayoría de los perregrinos través de sus redes sociales, en los grupos y foros donde se comparten las experiencias o a nosotras a su llegada a Santiago. De hecho, el auge de la peregrinación con perro tiene como motor principal estas historias que se transmiten de unos a otros. Muchas personas que tienen perro no contemplaban la posibilidad de hacer el Camino por no dejarlo en una residencia o con personas ajenas a ellos y la posibilidad de poder traerlo les anima y vienen.
Por supuesto, a las personas que quieren a sus animales les llena de gozo verlos disfrutar, corriendo y olisqueando por bosques, prados y caminos, o relacionándose con otros humanos y animales, lo que indudablemente se traduce en una mejor predisposición hacia los demás y por tanto en una mayor interiorización y puesta en práctica de los Valores, sea de manera más o menos consciente. Además, dicho sea de paso, viajar con un perro facilita notablemente a la persona la comunicación y la relación con otras peregrinas.
Por otro lado (y esto es una generalidad no hablamos de totalidades, por supuesto) los peregrinos con perros suelen observan comportamientos más educados y cívicos que la mayoría de sus homólogas caminantes, en parte porque la discriminación de partida a la que están acostumbrados les aboca a ello. Y también suelen gastar más dinero, ya que anteponen el bienestar del animal al coste del establecimiento o de otros servicios.
Sin embargo, por supuesto que no es oro todo lo que reluce. También reflejo una parte negativa del colectivo de los perregrinos, que es el hecho de que al menos la mitad de ellos adquirieron a su compañero canino mediante compra o algún otro método poco ético, lo que es una clara muestra de irresponsabilidad, falta de concienciación y del mascotismo del que ya hablamos, predominante sobre todo en las urbes. Y claro que también hay otras actitudes inadecuadas, de hecho a veces nos encontramos con malas praxis o descuidos graves en el cuidado de los animales que nos abocan a tener que denegar la emisión de alguna que otra Compostela Canina. Como siempre, educando, concienciando y sensibilizando.
A lo que sí quiero hacer marcada alusión es a que hay una buena parte de las personas que peregrinan (vengan o no acompañados de sus perros) que sí tienen unos códigos éticos y morales elevados, o quizá los manifiestan durante su viaje por la sugestión del momento, y son en ellas en las que deberíamos fijarnos para conservar y quizá mejorar el espíritu del Camino. Son estas personas las que mejor encarnan los Valores y los que, entre otras cosas, siempre van a empatizar con el sufrimiento ajeno, sea humano o no. Muchas de ellas contactaron con nosotras, se involucraron en casos de maltrato a abandono que se encontraron en su camino, nos ayudaron a realizar rescates o nos mostraron su apoyo y solidaridad de diferentes maneras. Personas de diversos perfiles sociales, ideológicos y religiosos que tenían en común no solo su condición de caminantes o peregrinos, sino también sus valores y su compromiso.
En cuanto a comerciantes y hosteleros, sostengo que probablemente sería una oportunidad para ellos abrirse a los nuevos mercados y adaptar sus servicios también a los nuevos modelos de familia que, en un porcentaje realmente enorme, incluyen a los perros como miembros de las mismas.
Creo que la adopción de buenas praxis basadas en actitudes éticas y respetuosas con el medio ambiente y con los animales, está al menos tan valorada por el público en general como la hospitalidad jacobea más tradicional.
Uno de los argumentos más habituales de los hosteleros para no admitir a los perros es que “molestan a otros caminantes” y “provocan problemas de convivencia”. Esto no es cierto, pues aunque haya algún peregrino que muestra su malestar por encontrarse a un perro en la misma sala o establecimiento, la mayoría afirma que no les molestan en absoluto, al contrario, los perros en el Camino suelen ser elogiados y objeto de interés y de constantes muestras de cariño por parte de otros caminantes. No se puede argumentar para establecer normas generales en base a casos aislados. Siempre va a haber alguna persona que se sienta incómoda si comparte espacio con una mujer que viaja sola, con una pareja homosexual, con un creyente ferviente o con un peregrino que ronca o al que le huelen los pies. Y no por ello se va a restringir la admisión o establecer diferencia de trato por razones de género, religión o por roncar. Y menos porque haya alguna persona a la que esto le moleste. ¿No son acaso valores del Camino la hospitalidad, la amistad, el respeto y la diversidad? ¿Acaso no se diluyen en la ruta las diferencias sociales, raciales, nacionales o culturales? ¿Por qué no así las diferencias por la especie o por el modelo de familia que incorpora como un miembro más a un perro o gato?.
Y efectivamente, lo público, como siempre, va por detrás de las iniciativas privadas o de la ciudadanía, en este caso en el sentido en que ya son muchos los establecimientos privados que abren sus puertas a los peregrinos con perro, pero no sucede así con los públicos. Al igual que con el Camino Accesible para personas con diversidad funcional o el Camino para familias con niños, la red de servicios, tanto públicos como privados tendrá que irse adaptando, y no porque así lo queramos nosotras, sino porque el mercado (los usuarios del Camino) así lo están demandando. Y hablamos ya de un 1% de los peregrinos, sin tener en cuenta este año del Covid que ha aumentado (y mucho) este porcentaje, quizá ya para siempre.
Entiendo que la misma empatía que se pide a los hosteleros para con los perros, tendrán que tener sus dueños con los negocios que no los acepten. He tenido una casa rural seis años y te puedo asegurar que varias veces me he arrepentido de aceptarlos. Te podría contar alguna historia con final no feliz que, por otra parte, seguro que ya te sonará.
Pues por supuesto. Evidentemente cada cual es libre de gestionar su casa como considere. Simplemente exponemos las carencias en la Ruta y el hecho de que se está produciendo una discriminación para con un importante número de peregrinos al negárseles como norma, servicios de los que los otros caminantes pueden disponer. Si un establecimiento decide prohibir la entrada a los niños porque se orienta a un público de personas mayores o que practican meditación, pues claro que está en el derecho de hacerlo. Pero otra cosa distinta es que se prohibiera la entrada a los niños a todos los albergues públicos y a la mayoría de los privados aludiendo a que no guardan el suficiente silencio o a que ellos no deciden salir a hacer el Camino. En ese caso se estaría produciendo una discriminación o agravio comparativo.
Y siguiendo con los argumentos para prohibir la entrada a los perros, los malos comportamientos es otro de los más esgrimidos, ya que a veces algunas personas hacen malos usos de los servicios y ensucian las instalaciones o dejan a perros estresados o poco educados solos en las habitaciones. Claro que estas cosas pueden pasar y pasan, pero en este caso lo normal sería establecer normas y herramientas para atajar estos problemas de conducta (recordemos, no tanto de los peludos como de los humanos que los acompañan) y no restringir por norma la entrada a un perfil de cliente.
No conocemos ningún establecimiento en el que, tras tener una experiencia negativa porque, por ejemplo, una persona llegara borracha y molestara a otros peregrinos o destrozara alguna cosa, hubiera prohibido la entrada a las personas que beban alcohol. Más bien, si quisiera tomar medidas para evitar casos similares, establecería unas normas del tipo: prohibido hacer ruido a partir de tal hora, prohibido emborracharse, etc. Y se prestaría más atención para, en su caso, echar rápidamente a los individuos que muestran malos comportamientos.
En cuanto al tema de los ladridos, estos se producen cuando se obliga a los perros a soportar situaciones estresantes o inadecuadas, como lo pueden ser, por ejemplo, lo que comentaba de dejarlos solos en las habitaciones cuando no están preparados para ello, pero también cuando se les relega a dormir en un galpón, en el patio o atados a una cadena, aislados y al margen de sus familiares o personas de confianza. Cualquiera de mis perros ladraría como loco si le hiciese eso, y con razón, y yo misma me rebotaría de lo lindo si me encerraran contra mi voluntad o me sometieran a un trato semejante ¿tú no?
La solución para evitar malos comportamientos (a no ser que persona y consecuentemente, perro, no estén educados) es que el peludo esté tranquilo y seguro y eso solo se dará si está cerca de sus humanos. Además, si se dispone de unos espacios y servicios concretos para ellos, como pueden ser camitas o esterillas, mantitas, cuencos para el agua y un lugar para su aseo, será más fácil para todos conservar la limpieza y cuidado de las instalaciones. Todo lo cual, puede ser cobrado como suplemento por el hostelero, ya que al igual que las personas pagan por sus servicios, si el perro recibe los propios también debe ser compensado económicamente (de manera proporcional, por supuesto).
En todo caso, se disponga o no de servicios, se debe exigir, claro está, que las personas sean responsables y no ensucien las camas o los aseos y que informen en el caso de que no tengan educado al perro. Tan solo es cuestión de regular y organizar. Incluso se puede establecer una fianza para mayor garantía, algo que es mucho menos agresivo que dejar a perro y humano en la calle. Si se quiere buscar soluciones inclusivas se encuentran, tan solo es cuestión de voluntad, igual que para habilitar el paso de una silla de ruedas.
Hacer exégesis bíblica, hablando de lo mal que se trata a los animales en el Antiguo y, sobre todo, en el Nuevo Testamento, e individualizando a los santos que fueron animal friendly, me ha parecido el sumun. ¿No es esto meterse en camisas de once varas?
Es posible, sí. Pero tratamos un sector tan dramático que complicarnos la vida tocando temas peliagudos es el menor de nuestros males y además estamos acostumbradas a ello.
Creí conveniente hacer un poco de análisis sobre la cuestión animal en la Iglesia católica porque lógicamente nos toca de cerca al trabajar en el Camino de Santiago. De hecho, debates de este tipo los tenemos a menudo con peregrinos y de ellos hemos aprendido algunas cosas que se plasman en el libro. Me consta que este es un debate que está muy vivo entre muchos creyentes (e incluso se toca en el Magisterio de la Iglesia, según tengo entendido) y por tanto, me parece relevante citar referentes cristianos que ayudaron o defendieron a los animales.
El ser humano es un ser paradójico pero con un miedo tremendo a la contradicción. Y no debería de ser así. Todas las tenemos, yo la primera, ya hago varias alusiones a este respecto en el libro. Pero creo que la Iglesia católica tiene también las suyas, por ejemplo cuando basa su discurso en la paz, el amor y la compasión, pero después justifica (al menos desde ciertos sectores) el trato abusivo y cruel hacia los animales aludiendo a la supuesta ausencia de alma de estos o a la supuesta superioridad humana. Y esto es algo que me parece que se refleja perfectamente en la Biblia. También resulta curioso e ilustrativo la alusión a que en los inicios, hombre y animales eran iguales, ambas criaturas dotadas de aliento vital; y que cuando el hombre era inocente comía toda clase de plantas y frutos, pero no carne, cuya veda se abre con la llegada del pecado original y la maldad.
Sea como fuere, lo realmente importante ahora es conseguir que las autoridades eclesiásticas mostrasen una mayor empatía, comprensión y aperturismo para con los animales, por ejemplo, permitiéndoles la entrada en la Catedral (cuando menos para asistir a la misa del peregrino) a los albergues y a la Oficina del Peregrino para recoger las Compostelas. Por cierto, muchos párrocos de Iglesias y Capillas a lo largo de la Ruta sí permiten la entrada de los perros y los reciben educadamente.
Otra contradicción que no acabo de comprender es la de que a “nuestros hermanos los peludos” o “un miembro más de la familia”, como continuamente calificas a los perros, se los pueda esterilizar en aras de un bien supremo. A mi me parece algo antinatural y cruel, y prefiero no traer a colación equivalencias.
Bueno, aquí sí que me tocaste la fibra sensible…
En absoluto es una contradicción. Actualmente, nuestros animales de compañía no necesitan ejercer sus roles sexuales o reproductivos, por lo sus instintos en este sentido, y por tanto sus órganos genitales, carecen de sentido en nuestro mundo humanizado.
Los beneficios de las esterilizaciones no solo sirven para prevenir las camadas indeseadas (y así evitar que la mayor parte de la descendencia de un animal acabe enterrada viva al nacer o abandonada y maltratada de cualquier otra manera posteriormente); controlar las poblaciones caninas y felinas (y con ello ahorrarnos a la ciudadanía problemas de convivencia y salubridad pública); y reducir gastos a Administraciones, particulares u organizaciones privadas. Tienen también un beneficio directo e importantísimo en la mayoría de los individuos a los que se esteriliza:
– Reduce conductas indeseadas como las escapadas, las peleas y la agresividad en general, los marcajes de territorio (meadas de los machos), el estrés provocado por los celos y los enfados y castigos que reciben de los humanos por los quebraderos de cabeza que todo esto nos provoca.
– Reduce los riesgos de enfermedades de los órganos reproductores, especialmente cancer e infecciones en hembras y cancer, quistes, abscesos e inflamaciones en la próstata en machos, y aumenta los años de vida del animal.
Por otro lado, sobre todo en el caso de hembras que viven abandonadas o desatendidas, se evitarían embarazos y partos complicados; no tendrían que sufrir de mamitis y problemas psicológicos por arrancarles los cachorros antes de tiempo; y no tendrían que sufrir las consecuencias de estar quedando preñadas, pariendo y cuidando a los cachorros constantemente, a veces a costa de su propia vida (muchísimas hembras padecen todas estas enfermedades o consecuencias a pelo, sin atención veterinaria ni cuidados de ningún tipo, en muchos casos encerradas o atadas sin que puedan siquiera recurrir a la propia naturaleza para aliviar su dolor).
En el caso de aquellos animales que son queridos y están bien cuidados en nuestras casas y los cuales cuidamos responsablemente para que no se reproduzcan, también padecen de todos estos problemas, de hecho, los de comportamiento de los machos son la primera causa de abandono en las urbes.
Por otro lado, es altamente improbable (yo al menos no conozco ningún caso) que se mantenga a una perra pasando los celos durante toda su vida sin que llegue a quedarse preñada alguna vez, o a un macho sin que llegue a montar a una hembra en celo, por lo que lo realmente responsable (si eso es lo que pretendemos) es dejarnos de rollos y esterilizarlos. Una perra no necesita temer camadas a lo largo de su vida para ser feliz (igual que tampoco lo necesitamos muchas mujeres).
En cuanto al argumento de que es natural que las perras paran. Sí, como lo es que cacen para comer o coman carroña, que vivan en manada libres en la naturaleza y que se equilibre su demografía de por sí sola. Así como también es natural que las personas comamos con las manos o corramos desnudos por la pradera. Llevan más de 10.000 años domesticados, hemos creado un sinfín de razas a cada cual más caprichosa y extravagante, les llevamos a la peluquería, les alimentamos con pienso y les obligamos desde hace siglos a vivir en entornos humanizados. ¿Que hay de natural en todo ello?
Por si hay alguna duda, la castración es una operación sencilla y rutinaria de la cual los animales se recuperan en pocos días.
Y por cierto, la oposición a la esterilización tiene mucho que ver con el machismo, consciente o inconscientemente. A la mayoría de los hombres les cuesta muchísimo hacer castrar a sus perros machos (cuando es tanto o más efectivo que hacerlo a las hembras) ya que quizá sientan en parte afectada su propia “hombría”. Y anteponen el que los animales puedan copular a las enfermedades, a que estén serenos, al sufrimiento de la descendencia y al problema de la sobrepoblación. Quizá como reflejo de la importancia que para ellos mismos tiene el acto sexual.
En todo caso, debemos ser conscientes de que la descendencia de tu perra o gata a la que dejas reproducirse, podría llegar a cientos de miles en menos de 10 años y que la mayoría de esos animales padecerá una vida horrible sin esperanza alguna. Solo eso es motivo suficiente para tomar medidas.
Y todo esto sin entrar a valorar las terribles consecuencias que supone para las perras la explotación que sufren en las granjas de cría intensiva, sean legales o no. Si las personas que compran un cachorrito pudieran ver como se producen y como viven las madres, probablemente no volverían a comprar: enjauladas de por vida en condiciones deplorables, cachorros con malformaciones por enfermedades e incesto continuado, sometimiento de las hembras atadas a potros para poder montarlas (parece que el término violación ofende a algunos) incluso a veces arrancándoles los dientes para que no puedan defenderse mordiendo al macho… en fin, todo un lujo de barbaridades que es el precio a pagar para que muchos tengan un bonito peluche para entretenerse, educar a los niños o paliar la soledad.
Sí, mejor no entrar en analogías, pero sí recordar que los humanos también realizamos controles de natalidad, bien sea con métodos anticonceptivos, con programas y difusión cultural o directamente con prohibiciones. En el caso de los animales domésticos, la esterilización es el único medio eficaz de control de la reproducción, no hay “marcha atrás” que valga.
Pasando a la otra cara de la luna, que diría Pink Floyd, me ha gustado mucho tu incursión en los Valores del Camino, pues aunque luego arrimes el ascua a la propia sardina, al menos tratas un tema poco frecuente. ¿Pero crees sinceramente que estos valores están todavía vivos (sobre todo en ese camino gallego de cuatro o cinco etapas que recomiendas para los que van con perro)?
Pues no lo suficiente, por supuesto, por eso creo que se necesita estimularlos con campañas divulgativas, informativas y también a través de acciones y ejemplos prácticos. Me da la sensación, por el tiempo que llevo trabajando en el ámbito Jacobeo, que los Valores los mantienen vivos las propias personas peregrinas de un modo bastante inconsciente y que se traduce en lo que se da por llamar, el Espíritu del Camino, algo que cada cual define a su propia manera. Lo cierto es que si preguntas a peregrinos o empresarios de la ruta sobre los Valores pocos te sabrán citar más de dos o tres, y si les pides que te digan lo que significan la estadística baja a uno, o dos a lo sumo. La verdad es que me sorprendió lo poco que se aborda el tema de los Valores en el Camino en general, tanto a nivel institucional como de los agentes sociales y mucho menos los empresariales. Y sin embargo creo que sin ellos no tendría el éxito que hoy tiene el Camino, pues no sería más que otra ruta turística o de senderismo. Seguramente se trate el tema más en profundidad en los ambientes religiosos (lo desconozco) pero creo que es algo que trasciende a la religión y que por otro lado une a religiosos, espirituales y ateos.
Y sí, a través de un peregrinaje largo hay más probabilidades de entrar en conexión con esos valores, con la espiritualidad, con la experiencias profunda… por supuesto. Pero no sería responsable por nuestra parte recomendar este viaje al grueso de los peregrinos con perro porque, sinceramente, no creo que todos ellos estén preparados para afrontarlo cuidando de un perro con la carencia de servicios y discriminación que todavía existe hoy en día en el Camino. Creo que 4 o 5 etapas son una magnífica experiencia para iniciarse y en la que podrán, por supuesto, empaparse de ese espíritu peregrino. A partir de ahí, con su propia experiencia, pueden (y casi seguro que lo harán) organizar otras más largas o complicadas.
Los perros no siempre son víctimas. Tengo una buena lista de agresiones de perros a peregrinos en el archivo de prensa, alguna grave. Y también de encuentros con dueños de perros que no destacan, precisamente, por su civismo: cacas sin recoger que provocan accidentes, animales sueltos en espacios públicos donde hay personas mayores y niños a los que molestan y ponen en riesgo, conciertos nocturnos de ladridos que no dejan dormir, ropa sucia o rota por encuentros con uno de esos perros presentados con un “no te preocupes, no hace nada”.
En cuanto al tema de las agresiones de perros a peregrinos, sí, desgraciadamente hay algunos casos realmente graves (y además recurrentes). La mayoría de los que nos llegan a nosotra se trata de personas que tienen a perros criados en la agresividad y los dejan sueltos precisamente para molestar a peregrinas y foráneas, y disuadirlas de pasar por lo que consideran «su territorio». Normalmente estos perros son, además, de gran tamaño, como mastines y otras razas que se introdujeron en Galicia para «defensa». Se trata de comportamientos violentos y premeditados. De hecho, en los casos en los que aparece el «dueño», suele ser peor, ya que se trata siempre de personas agresivas y que no atienden a razones, y por tanto, más peligrosos todavía que los propios perros que, no nos olvidemos, han sido criados y educados para este fin y seguro que han padecido una vida basada en el miedo y la violencia.
Evidentemente, estos casos deben ser denunciados por parte de los peregrinos y agentes sociales del Camino que tengan constancia de ellos y, por su parte, las Administraciones y autoridades responsables deberían proceder para, conforme a la Ley y a los hechos, retirar la custodia de los animales a estas personas, imponerles las correspondientes sanciones y, lo que sería igual de necesario, prohibirles volver a tener perros a su cargo (algo que muy pocas veces se hace pero que resulta del todo lógico, además de posible legalmente). Lamentablemente, la mayoría de estos acontecimientos pasan impunes, bien porque no se presentan las correspondientes denuncias de manera formal porque al final no llega a haber heridas o las que hay son demasiado leves, bien porque las autoridades no actúan hasta que sucede algo realmente grave. Recordemos que la Ley de protección de animales de compañía de Galicia prohibe explícitamente criar a perros en la agresividad, así como también mantener a los canes atados o encerrados permanentemente. Es decir, el único supuesto realmente válido para el conjunto de la población que recoge dicha norma es tener a los perros como animales de compañía, socializados, educados, amansados y respetando sus necesidades etológicas. Por lo tanto, estos individuos, con esta forma de tenencia de animales, estarían trasgrediendo la norma por múltiples causas.
Y en cuanto a la falta de civismo de algunos propietarios de perros. Pues sí, claro, que sucede. Y afecta a todo el resto del colectivo, que ya de por sí, está demasiado estigmatizado y demonizado. Aunque para ser justo, hay que decir que algunas de las circunstancias que mencionas no siempre tiene origen en la irresponsabilidad y comportamientos incívicos. El hecho de que no haya más espacios en las ciudades para garantizar las necesidades etológicas de los perros (es decir, que corran, jueguen, olfateen, investiguen y se relacionen con otros perros) aboca a algunas personas a tener que decidir entre respetar la parte de la norma que exige cubrir las necesidades etológicas de los canes y aquella otra que dice que no se pueden soltar en lugares no habilitados para ello. Muchas veces soltamos a los perros en parques que no son específicamente dogfriendly porque sencillamente no hay ninguno que lo sea en todo un Ayuntamiento o son muy escasos y nos quedan demasiado lejos para ir andando (tenemos que tener en cuenta que en España no se permite viajar en autobuses públicos a los no humanos). Es nuestra responsabilidad controlar a los animales para que no molesten, sí, pero también reclamamos cierta compresión de la ciudadanía, tanto por la carencia de espacios y servicios como por el hecho de que los perros tienen la mentalidad de un niño pequeño. Y a nadie se le ocurriría montar un escándalo porque una criatura de dos años se nos mete en medio y nos hace tropezar o nos tira un helado encima. Pensemos que a veces, vemos a una persona intentando controlar a un perro que está descontrolado e inmediatamente pensamos que es una irresponsable y que cómo tiene al perro. Quizá deberíamos esperar un poco, si tal acercarnos y preguntarle. Porque puede ser que esa persona haya rescatado o adoptado al perro hace poco y esté desviviéndose por ayudarlo al tiempo que intenta no molestar a nadie. Pero tiene que salir de casa. No puede mantener al perro encerrado en el piso porque, entre otras cosas, ello no le ayudará en la adaptación y educación.
Respecto a las cacas de los perros, sí, es cierto que nos podemos encontrar alguna caca de perro por el Camino, por los senderos o en las calles. Es una cuestión de responsabilidad y civismo el recogerlas, aunque ya cada vez se ven menos tanto por la concienciación como por las multas. Bien. Pero por cierto, es igual de reprobable encontrarse “pasteles” humanos en los bordes de los caminos, en las esquinas ocultas de las zonas de descanso o tras elementos arquitectónicos o naturales “estratégicos” siempre acompañado de una montaña de papel o pañales usados en los parques. Y de esto apenas se oye hablar, parece que no tiene la misma importancia a nivel social que una caca de perro sin recoger, a pesar de que, teóricamente, en la mayoría de los Ayuntamientos las sanciones por ambas cosas son similares.
Me choca que a veces se exijan tantos derechos olvidando un tanto las obligaciones, será el síndrome de los tiempos…
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Para nada. De hecho en el libro citamos una a una todas las obligaciones legales que recoge la Ley 4/2017, de 3 de octubre, de protección y bienestar de los animales de compañía en Galicia (Artículo 7). Y realizamos campañas y actividades constantemente recordando dichas obligaciones. Incluso ponemos el listón más alto y, basándonos en nuestro criterio ético pedimos mayor responsabilidad a los “dueños” de los animales. No creo que haya un colectivo que exija más el cumplimiento de las obligaciones por parte de los responsables de los animales que cualquier animalista o animal friendly.
La ciencia ha demostrado que quienes viven con un animal se benefician de las descargas de oxitocina que generan sus mascotas, creo sinceramente que hay que combatir el maltrato animal, y procurar que quienes tienen una mascota sean responsables. Pero de ahí a pedir ambulancias y hospitales para perros en el Camino va un buen trecho, sobre todo vistos los agujeros presupuestarios que impiden una rápida vacunación o quitar la nieve con cierta diligencia ¿no?
¿Y por qué no? ¿Quién decide quien es merecedor de ser salvado o rescatado? Sin ir más lejos, hace unos días una mujer murió ahogada intentando salvar a su perro que era arrastrado por la corriente. ¿Que crees que llevó a esa mujer a arriesgar, y finalmente dar su vida por salvar al animal? Pues lo mismo que le llevaría a otra a lanzarse al agua a por su hijo: el amor.
Disponer de un servicio de emergencias para animales no es nada del otro mundo. Sería un acto de responsabilidad institucional y propio de una sociedad avanzada. Ya existe en algunos países e incluso se empieza a experimentar en algunas ciudades como Madrid o Barcelona. ¿Por qué no en la Ruta Jacobea? Todos sabemos que, a pesar de haber muchas necesidades sociales por cubrir, se despilfarra dinero continuamente en cosas, vamos a dejarlo así, no esenciales. No se puede decir que no se puede acometer una necesidad básica porque hay otras primero que se consideran más importantes. Sino siempre entraremos en un juego de argumentación inútil. ¿Qué vale más, mi alimentación o la salud del planeta; el bienestar de un niño de la Cañada Real o el de la hija del Rey; la vida de mi perro o la de una persona a la que no conozco?. Creo que no me equivoco si digo que es más falta de voluntad que de recursos.
Tenemos una obligación moral para con ellos y además, son sentidos como parte de la familia para millones de personas (en España) lo cual, aunque tan solo queramos verlo por ahí, ya justifica asistirlos con unos servicios mínimos. Es extremadamente cruel dejar agonizar a un animal accidentado, no asistir a uno quemado o no ayudar a otro que se queda tirado en el Camino con una pata rota o un golpe de calor.
Más aún si como dices, ya hemos reconocido que los animales ayudan a las personas con las depresiones, soledad y otros males de estos tiempos, ¿no les debemos siquiera una mínima atención sanitaria de urgencia? Porque los atropellos no solo los sufren aquellos que están abandonados. Mi perro o tu gato puede perderse un día, sufrir un accidente y lo más seguro es que, tal y como están las cosas ahora, se quede tirado en la cuneta, solo y agonizando hasta que le llegue la muerte.
También expresas que la Xunta de Galicia se avergüenza de las granjas intensivas de vacuno que se ven desde el Camino, y que por eso se obliga a taparlas con pantallas vegetales para que las “peregrinas” extranjeras no se escandalicen. Me temo que la Xunta no se avergüenza de nada…
Entre todas las actuaciones que puso en marcha la Xunta en el Camino de Santiago, no podemos encontrar ni un solo gesto hacia los animales, a excepción del apoyo mostrado a nuestra asociación incluyéndola en el Registro de Asociaciones de Amigos del Camino y concediéndonos uno de los Premios Camiño de Santiago 2018. Si hubo alguna otra cosa, de verdad que lo desconozco.
Sobre el papel, esta omisión se ve reflejada en el Plan Director y Estratégico del Camino de Santiago 2015-2021, en el que no hay ni una sola medida para los perros abandonados, los que vienen con los peregrinos, los animales silvestres o los de granja. Se citan todo el resto de elementos a proteger: humanos, materiales, inmateriales y medio ambientales. Pero se obvia absolutamente a los animales. ¡Es como si no existieran! Se intenta encajarlos exclusivamente como parte del medioambiente, pero lo cierto es que ellos forman parte de él del mismo modo que formamos parte tú, yo, un árbol o una roca. Y eso no les resta la condición de individuos, que son los que tienen capacidad de sufrir y ser felices. Al igual que no es la especie humana, sino tú, el que sientes dolor si te clavas un objeto punzante, y eres tú, y no la humanidad, la que debe ir al médico a curarse. Es por esa condición de individuos por la que deben ser considerados y se debe por tanto establecer medidas de protección al margen de las medidas de protección que, con carácter general se establezcan para el Medio Ambiente.
Así es que sí, me parece lamentable y totalmente ausente de empatía e incluso de visión estratégica que únicamente se tenga en cuenta a los animales como algo que hay que esconder por la mala imagen que dan las explotaciones ganaderas (¿por qué será?) y que se invierta dinero en su ocultación para que los peregrinos y usuarios del Camino no las vean (¿quizá también para que no vean como son o lo que pasa dentro?)
Y criticas la experimentación con animales en los laboratorios. Me pregunto dónde puede estar el límite, y cuántas vidas humanas nos costaría el Covid-19 sin esos experimentos.
La experimentación sobre animales es una de las prácticas más crueles y aberrantes que inventamos los humanos. Llegará un tiempo en el que se mire para atrás y nos avergoncemos como especie del terrible daño que hemos causado consciente y deliberadamente a tantos seres inocentes.
En los laboratorios se priva de libertad y se tortura, normalmente hasta la muerte, a millones de animales, perros, gatos y simios (que no solo ratones, y solo lo digo por la empatía que podemos experimentar las personas de cultura occidental). No tenemos ningún derecho moral para hacer esto. Nada justifica, ni tan siquiera los avances técnicos o en medicina, cuando acaso los tenga, semejante barbarie.
Además, los fracasos e ineficacia para el bienestar humano de muchos de esos experimentos están quedando patentes y son reconocidos incluso por algunas empresas y muchos científicos: las diferencias anatómicas, fisiológicas o las respuestas farmacológicas y toxicológicas de los animales utilizados son diferentes a las de los humanos; por otro lado, las situaciones de estrés, miedo y dolor distorsionan, como es lógico, los resultados, de manera que es difícil aplicarlo al ser humano en condiciones normales.
Afortunadamente los avances tecnológicos: cultivos celulares, aplicaciones informáticas, simuladores, big data, bio informática y nuevos materiales sobre los que experimentar, están reduciendo en cierta medida la experimentación sobre los animales. La ética y concienciación social también avanza y, por ejemplo, hay iniciativas como los premios Lush Prize que recompensan la búsqueda de alternativas. Algunos otros pasos que se han dado: en la UE desde el 2004 está prohibida la experimentación con animales para los cosméticos y desde 2013 en España con fines estéticos; prohibición de utilización de los grandes simios en algunos países, entre ellos España; regulación en algunos lugares de la actividad en términos de bienestar animal. Estas medidas y avances se han tomado por algo, pero aún son millones los animales que cada año son objeto de abuso, tortura y muerte en los laboratorios y centros docentes.
Estamos constantemente construyendo nuestra sociedad en base al sufrimiento ajeno porque lo consideramos gratuito. Quizá eso nos pase factura o nos esté pasando ya. Creo que para crear una sociedad realmente evolucionada es necesario buscar mecanismos que nos permitan llegar a las soluciones sin tener que pasar por torturar a nadie. ¿O acaso tú te ofrecerías a padecer ese martirio por el bien común? ¿Conoces a alguien que estuviese dispuesto a entregar a un ser querido para tal fin? ¿Qué nos hace pensar que tenemos el derecho de someter a otros, sea un humano, un perro, un gato o un ratón a semejante sufrimiento? Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti.
Volvamos al Camino de Santiago, ahora toca ponerse en la piel de los alcaldes, a quienes atizas por incumplir una ley de protección, elaborada por la Xunta, que sale carísima a muchos ayuntamientos que carecen de medios para otras muchas necesidades básicas y reclamadas por sus vecinos. Ellos dicen que así es muy fácil legislar, cargándole el muerto a otro.
Efectivamente, una de las mayores carencias de la Ley de protección de los animales de compañía de Galicia es la falta de dotación presupuestaria. Otro de los problemas es que tres años después todavía estamos sin Reglamento específico que desenvuelva la norma.
Pero los Ayuntamientos, y los alcaldes como máximos responsables de la protección de los animales de compañía de sus respectivos municipios (artículo 6.1 de esa ley) no están en absoluto exentos de culpa. En primer lugar, si tienen asignada una competencia, tendrán que asumirla de algún modo, al igual que asumen los beneficios por ser alcaldes, ¿no?. Lo que ha sucedido aquí en el rural de Galicia (al igual que en otras Comunidades) ha sido que se ha ignorado, obviado y desatendido sistemáticamente las responsabilidades más básicas en cuanto a los animales. Y no me vale la falta de presupuesto, porque personas a título individual, a veces personas mayores, mujeres solas, con pensiones o rentas normales, se han hecho cargo de TODOS los perros y gatos abandonados que aparecían en un Ayuntamiento (y lo digo literalmente, y por casos concretos de estos últimos año, este 2020 incluido). Si como digo, personas normales a título individual (no sin un enorme esfuerzo y sacrificio personal) o pequeñas asociaciones protectoras son capaces gestionar los casos de animales abandonados de un Ayuntamiento, ¿como no van a tener recursos ellos para hacerlo? Una vez más, es falta de voluntad y empatía, nada más.
Los Ayuntamientos pueden, sin apenas coste alguno, publicar ordenanzas, informar a la vecindad y hacer campañas de sensibilización y esterilización. Para ello cuentan con entidades de protección animal como la nuestra (y otras muchas) que les harían la mayor parte del trabajo. Por ejemplo, quizá antes de que se publique esta entrevista, se anunciará la Campaña de esterilización e identificación que realizaremos en el Concello de O Pino, con la que se aprovechará también para informar sobre otros aspectos de las normas que rigen la tenencia de animales.
Las penosas prácticas de las que se servían (y en muchos casos aún se sirven) los Consistorios consistentes en recoger a un animal abandonado tan solo cuando un vecino o peregrino insiste en ello, para después llevarlo a una nave, encerrarlo o atarlo a el Camión de bomberos hasta que “desaparezca” deben de desaparecer ya de una vez por todas y quedar para la historio como un triste recuerdo. Los Ayuntamientos tienen que hacerse cargo de los animales vagabundos, bien sea con recursos propios, contratando o conveniando. Y si quieren reducir costes, ya que efectivamente atender esta obligación con el desfase poblacional de perros y gatos que tenemos hoy en día, es caro, lo tienen fácil: ESTERILIZAR Y CHIPEAR.
La credencial canina os ha dado presencia, y me imagino que muchas personas han contactado con vosotros para solicitarla. Creo que ha sido una magnífica idea, pero no queréis hacerla extensiva a burros, mulas o caballos, a los que veis poco menos que como esclavos. Pues en Francia, sociedad más avanzada que la nuestra en algunas cosas, hay un regreso a su uso para hacer el Camino, sobre todo por parte de familias ecologistas con niños, que según he podido comprobar, miman a los animales, y casi siempre van a pie con ellos, llevando solo las mochilas y algunas vituallas.
La Credencial Canina es una iniciativa que tiene como objetivo promover un Camino ético, fomentar la peregrinación con perro y contribuir a la sociedad más dog friendly. Por tanto, todo lo que se aparte de estos objetivos no puede ser amparado por ella. Consideramos que los perros están muy integrados en la vida familiar: viven en los pisos, podemos llegar a dormir con ellos, se suben a nuestro sofá, los sacamos a pasear todos los días, viajan con nosotras en el coche y los llevamos de vacaciones. Y es por ello que normalmente preferirán (los perros) ir a hacer el Camino con sus humanos antes que quedarse en una residencia o con extraños. Y por supuesto, no hay más que verlos disfrutar (es cierto, no en absolutamente todos los casos) corriendo o caminando por bosques y caminos en compañía de su familia. Es de sentido común.
Pero no podemos observar lo mismo cuando se lleva a un caballo, mula o burro ¿verdad? Y tampoco nos los metemos en la cama, ¿a que no?. Al margen de que haya personas que los traten mejor o peor, por lo general se llevan al Camino para que carguen con las personas o/y con el equipaje. Es decir, son utilizados como medio de transporte o carga. ¿acaso no es eso esclavitud? Esclavo/a: Que carece de libertad y derechos propios por estar sometido de manera absoluta a la voluntad y el dominio de otra persona que es su dueña y que puede comprarlo o venderlo como si fuera una mercancía. Y, añadiría yo, obligado a trabajar.
Así como tampoco dirigimos la Credencial y Compostela Canina a aquellos que pudieran llevar al Camino a sus periquitos en una jaula (ya lo vimos una vez).
Y dicho de paso, la situación de los équidos en Galicia es lamentable, pues quedaron absolutamente desprotegidos a nivel legislativo, al no entran en la consideración de animales de compañía. Por causa de ello, podemos ver constantemente abusos a caballos, asnos o burros en las casas, fincas o montes gallegos sin que se pueda hacer nada por ellos a excepción de unos poquísimos casos de extrema gravedad que saltan a los medios de comunicación (y en los que, desgraciadamente casi siempre es ya demasiado tarde para el animal).
En cuanto a las “familias ecologistas con niños” peregrinando con carros tirados por équidos… Desde luego aquí en Galicia este perfil que describes tiene más que ver con “neohippies” (o cierto tipo de neorrurales), que en la mayoría de los casos poco tienen que ver con el ecologismo, aunque lo pueda parecer por el perfil, y muchísimo menos con el animalismo, ya que son gente capaz de poner lazos para cazar jabalies (o lo que caiga) para proteger 100 m2 de huerta implantada en el medio del bosque (y este es un caso real y no una excepción precisamente). Pero quizá en Francia sean diferentes, no lo sabía. Como comenté, el respeto por los animales es una actitud, si acaso un movimiento social, muy transversal, en absoluto ligado a personas con pinta de hippies, de izquierdas o antisistema, como se estigmatiza a veces. Yo no veo nada idílico en seguir usando animales para labrar la tierra o para tirar de vehículos. Y tampoco que estas sean actitudes ecológicas (mucho menos éticas) sino simplemente podríamos decir, tradicionales, de la misma manera que lo son también los Amish. MUTATIS MUTANDIS.
En el prólogo Antón Reixa dice que las mascotas no existirían de no existir la soledad, a ver si va a ser eso.
Las mascotas son, según la RAE algo o alguien que sirve de talismán, que trae buena suerte. Tanto Reixa como nosotras coincidimos en expresar que el término mascota es despectivo e irrespetuoso; del todo inadecuado si pretendemos referirnos a un animal con el que convivimos y al que queremos, ya que tiene la connotación de objeto, que podemos utilizar para lo que deseemos, incluido que nos brinde compañía.
A nadie le gusta que le traten de mascota, a pesar de que, según la Rae las personas también podemos tener esa condición (quizá en previsión de una evolución en la que otros seres, quizá de silíceo o superorgánicos, sean los “superiores” y nosotras las mascotas).
Por supuesto que los animales palían la soledad, de ahí el término más adecuado, “animal de compañía”. Pero debemos tener cuidado con esto, no vayamos a pensar que (una vez más extrapolando a los humanos) podemos comprarnos un chico o una chica para no sentirnos solos y después usarlos para obtener placer sin tener en cuenta su vida y su felicidad. La compañía nos la brindamos unos a otros, es necesario y natural, pero para que una relación sea sana, los miembros implicados deben ser mutuamente respetados y hallar ambos la felicidad en dicha relación.
Los beneficios de los animales de compañía van más allá. La acción de cuidar a un animal nos ayuda a concentrarnos y a prestar atención a las cosas importantes, lo cual alivia la frustración y la depresión. También, siempre y cuando se trate de una convivencia normal, los perros y los gatos ayudan en la educación de los más pequeños (y de los adultos también). Y nos aportan (al menos cuando tenemos con ello una vida activa) salud física, contacto con la naturaleza y relaciones sociales en entornos sanos.
Bueno, la provocación solo ha sido un juego, y mi deseo, como el vuestro, es que los perros abandonados en todos los caminos, por quien los adquirió como si se tratasen de juguetes, pueda solventarse con los avances técnicos y, con mayor garantía, a base de multas. ¿Será este el único remedio infalible?
No nos olvidemos que el abandono es solo la punta del iceberg. El verdadero drama no está en las calles y caminos, ya que más tarde o más pronto el animal acabará siendo recogido o muerto, sino en las casas, de puertas para adentro. Ahí es donde se producen los maltratos sistemáticos, continuados y más graves. Y se cuentan a decenas de miles diarios, solo en Galicia. Y también en las perreras. Antes entraban ahí, pasaban 21 días horribles y normalmente los mataban. Ahora entran y ahí se quedan, a veces esperando la muerte lentamente. Cárceles para las víctimas. No siempre la situación de abandono es lo peor que ha vivido o puede vivir un animal. Por tanto, y en respuesta a tu pregunta, las multas sí, son necesarias y efectivas, pero tanto o más lo son las medidas preventivas y, entre ellas, sin duda las mejores a medio y largo plazo son la ESTERILIZACIÓN y NO COMPRAR ANIMALES (ya que por ahora las leyes no prohiben el comercio de perros y gatos, es responsabilidad de la ciudadanía ir por delante y negarnos a este acto incívico, más aún, si cabe, con la cantidad de animales de todas las razas, edades, tamaños y caracteres que hay esperando a ser ADOPTADOS).
Y lo mismo cabe decir sobre el maltrato animal, una rémora que habrá que ir superando lo antes posible. ¿Tendremos que esperar otros dos o tres relevos generacionales, o se puede conseguir algo con campañas educativas y mensajes subliminales?
Existe una gran alarma social entre un número cada vez más creciente de población sobre el tema del maltrato a los animales. Ello aboca a cambios legislativos y estos, a su vez, ayudan a acotar las malas praxis y los abusos. Por tanto, la situación de los animales va a mejorar más tarde o más temprano. La cuestión es, efectivamente, cuando se va a llegar a conseguir unos mínimos aceptables que nos permitan poder decir que, finalmente, empezamos a dejar atrás toda esta época oscura y vergonzosa para la humanidad. Como todo, no será al mismo tiempo ni de la misma manera en todas partes y las variables para predecir la evolución social siempre pueden hacer cambiar las previsiones. Pero yo soy optimista y creo que gracias al avance de la ética; al trabajo y presión de algunas personas y a la concienciación y sensibilización de muchísimas otras; a los avances tecnológicos; y quizá también a que como especie hemos vertido ya la gota que colmó el vaso y que este se está ahora derramando, los cambios están cerca. Eso no quita para que tengamos que hacer un esfuerzo individual y colectivo grande para que esto ocurra. Para los lectores: en el Codex Canini vienen muchas claves para ello.
Eso sí, vamos poco a poco y no nos quitéis el jamón (ves que ya no digo el foie gras) de golpe y por decreto. Pero ya aviso que a lo que nunca renunciaré es al queso, y sigo preguntándome ¿qué mal puede haber en comer queso?
Todos los animales, sea cual sea su especie, sienten la necesidad de protegerse a si mismos y de procurarse la mejor vida posible para ellos y su entorno. Las vacas y los terneros también.
La industria lechera es sumamente cruel porque, entre otras cosas análogas a lo de cualquier ganadería, implica arrancarle los bebés a las madres para que nosotros, niños y adultos, podamos tomarnos su leche o comernos el queso. La angustia que experimentan tanto los bebés como las madres es tremenda. Yo sinceramente, dejé para siempre los lácteos cuando vi como los terneros gritaban angustiados por sus madres que pasaban delante de ellos, en un cambio de cuadra, sin que estas ya ni levantasen la mirada. Sabía la teoría, pero al ver esto en directo y poder sentirlo se me partió el corazón y nunca más volví a tomar lácteos.
Esto sin tener entrar a valorar el impacto ecológico que tienen las granjas de vacuno (esto ya no es algo que digamos los animalistas, como sabrás).
La renuncia al placer de comerte un pedazo de queso (a costa de lo que sea) es algo que ya no tendrías que hacer, pues actualmente existe tal variedad y calidad de “quesos” veganos que no lo vas ni a notar. La transformación de la industria lechera no va a venir ni mucho menos por la ética (aunque también ayuda) sino por criterios ecológicos y económicos. Y quizá la carne y leche in vitro llegue a tiempo de poder salvar unos cuantos miles de millones de vidas.
MUTATIS MUTANDIS
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